Hay veces que no basta encender las luces para sentirse a salvo. Y yo no quiero lastimarte, amor, pero me pirran las citas a ciegas; así que me pongo la corbata de silencios calculados y los calzoncillos de trinitolueno, esperando que algún día de lluvia, -como hoy mismo- alguien coja la mecha y prenda fuego. Cossa Nostra se llama el garito gástrico. Y tú sujetas la carta como si no te hubiera costado trabajo pintarte esas uñas de sangre. Ni siquiera sé tu nombre, y yo pensando qué poco podemos hacer cuando todo está íntimamente configurado para que tú y yo estemos juntos, y vas y pides "penne e funghi" con una sonrisa en los labios. Adiós el puñetero romanticismo, si algún capullo lo esperaba. Mi querida realidad, tan frágil; tan etérea y prosciutta; tan carbonara como los espaguettis que estoy intentando esta noche disfrutar a pesar de ese sublime escote en forma de T invertida. Apuntas alto, muñeca, pero no tanto como el carpaccio de dinamita en los bajos fondos ...
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ResponderEliminarImpresionante, Miguel: ¡qué capacidad de concreción, de sugerencia!
ResponderEliminarPermíteme que te felicite.
Un saludo