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Mostrando las entradas etiquetadas como Prosa Poética

Reo de muerte

Te aseguro que depende de ti. Me atribuyes potestad para ejecutar acciones, pero eres tú quien domina los hilos. ¡Date prisa! Prometo rebelarme cuando me descubras. Intimaremos en la pelea y acabaremos mezclando nuestra sangre coagulada. Entonces sufriré y amaré por ti, y ellos me reconocerán cuando cruce delante de sus ventanas. Con suerte, me juzgarán con severidad en la plaza pública. De otra forma, tú y yo moriremos a puerta cerrada. ¿Ya me reconoces? Soy el personaje protagonista de tu próxima novela.

Servilleta de papel

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Estás sentada en la barra de un bar, removiendo el café con leche con parsimonia, mirando sin ver, como si el remolino que arrastra la cucharilla fuese el desagüe de tu vida. Te imaginas en el borde del vaso, dando un paso al frente para zambullirte en el abismo. Giras y giras. Desapareces. Después de un pequeño desvanecimiento, casi una ilusión, emerges como el cadáver de un ahogado, y te preguntas si despertarás alguna vez de esos sueños líquidos. Bebes a sorbitos, paladeando el amargo sabor de la derrota, y tu rostro se transforma en un jeroglífico indescifrable. No tengas miedo; puede que las cosas que ahora te parecen insalvables, definitivas, dentro de un tiempo no sean más que el principio de algo mejor. Cojo una servilleta y escribo: Observo tus movimientos, y el gesto fruncido de la desesperación. -¿Qué te ocurrió?- Yo quisiera decirte que no estás sola. Yo quisiera nombrarte sin palabras las infinitas posibilidades que nos ofrece el amor. Apunto rápido, a voleo, mientras un b...

La esperanza de lo mínimo

En las páginas del libro de la Vida me encuentro. Habito escondido, al acecho de que tú me leas. Yo no hablo mas que a aquellos que me escogen, aquellos que esperan verse sorprendidos en un alto del camino. Muchas veces he pasado delante de ti, y no me has mirado. Soy como una letra pegada al margen; como aquella palabra ignorada en el borde de una cita; soy la sombra, para muchos un mísero inconveniente, o la estrecha y alargada tinta que tus ojos, sin ti, se quedan viendo. Un día abriste la puerta de tu corazón, -ese lugar precioso donde yo quiero respirar- en el amor caliente de una noche sin luna, y ya no tengo sitio donde esconderme. No puedes ignorarme, aunque lo desees; he aprendido a conjurarme en tus pequeñas cosas haciéndolas mías, y ahora dependo de ti. Escúchame, ahora que estamos solos: no habrá obstáculo, ni controversia, ni alfileres de lluvia en tus anocheceres, porque cuando por fin te fijes en la esperanza ínfima de mi naturaleza, amarás nuestros secretos, y ese don q...