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Mostrando las entradas etiquetadas como Personal

Stand by

A la espera. En casa llevamos unos días a la espera de que nuestro hijo nazca. No puede decirse que sea la primera vez, pero sí es cierto que la ilusión sigue siendo la misma. Hemos preparado de nuevo el cuco, el carrito, la cunita, las sábanas. Hemos comprado biberones, pañales, tetinas; tan solo falta poner cara al bebé que ahora se mueve dentro del vientre de su madre. Nos sorprendió, hace ya nueve meses,  la noticia de que estábamos embarazados, otra vez. Lo malo de quedarnos los dos embarazados es que mi mujer y yo comemos al mismo ritmo, y llega un momento en que, cuando llega la hora del nacimiento, ella suelta peso de golpe, pero yo lo mantengo un par de años. Sufro de empatía endocrina con mi pareja, y ella se parte de risa. Después de la sorpresa, la bienvenida. Nos ajustaremos de nuevo. Pondremos coto a los gastos y revisaremos aquello que resulta superfluo... ¡tantas cosas! En un par de días llegará, y comenzará la deliciosa dictadura del débil. En cuanto le tengamo...

Un buen día

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He cogido vacaciones de la gran ciudad y ayer noche llegué al pueblo de madrugada. Me recibe la vieja casa, grande, silenciosa y cubierta de polvo. Un perro ladra. Hace frío en la habitación principal y me meto en la cama con un par de mantas. Las vigas crujen como si en vez del viento, estuviese retorciéndolas algún alma en pena. Estoy agotado, molido y me parece oír a lo lejos que en el campanario de la iglesia, tañen cuatro veces las campanas.

La escalera del amor.

Pongamos que hablo de desamor. Multitud de creaciones de los más afamados poetas hablan de ello. De hecho, ahora mismo estoy escuchando 19 días y 500 noches, de Sabina, ese cantautor cuyo talento atrapa en sus canciones a cualquiera. Este hombre tiene la virtud de conectar con gente de todo pelaje y condición, muchas veces a pesar suyo, porque sus versos tocan claves universales. No sé si predomina más el canto al amor que la carencia de él. Supongo que resulta más atractiva la ausencia, el desapego, la melancolía, la ruptura, el desengaño, la nostalgia, que la propia felicidad. La escalera del amor no tiene límites y, cuando nos enamoramos de alguien, nos empeñamos en subirla de tres en tres. De ahí el costalazo, el mamporro y el aporreamiento cuando nos damos cuenta que hemos perseguido un espejismo. La persona amada, tan idealizada en otro tiempo, resulta ser un cambalache de defectos, al menos tan persistentes y desagradables como los propios. Y de repente, casi sin quererlo, pasam...

Una noche de Jazz

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Acabo de volver de un festival de jazz en una población cercana, y todavía me bailan las rodillas al ritmo de los gintonics. No puedo parar. La solista nos ha regalado una voz melodiosa, sugerente, suave y unas caderas bamboleantes de contorsionista profesional. Ha sumido al auditorio en una especie de trance del que despertábamos solo para aplaudir. Si tuviese poder, le daba las llaves del gobierno; si fuese atractivo, las de mi casa. La cuestión es que nos hemos reunido muchos amigos que correteábamos felices en otros tiempos por las calles de la adolescencia, y cuando nos miramos, ya no es necesario hacer guiños cómplices o caricaturas medidas para saber cómo fuimos y qué ha sido de nosotros. Todo se sobreentiende, porque compartimos vivencias irrepetibles. Cuando acabas de conocer a alguien, empieza una nueva historia en la que cuentas tu pasado convenientemente filtrado por el tamiz de la memoria; aquí es al revés: nada tienes que contar, porque viviste experiencias comunes hasta ...

Manos en la masa

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No queda nada bien el ordenador portátil en la mesa de la cocina. Supongo que cada cosa tiene su sitio, pero tengo un ratito para escribir mientras hago las judías con chorizo, aunque corro el riesgo de que las dos cosas, escribir y cocinar, salgan mal. Pretendo rebatir el dicho de que los hombres no sabemos hacer dos cosas a la vez, y solo las mujeres son capaces de ejecutar multitareas. Es broma. Sin ánimo de polemizar, pues admito a priori que puedo estar equivocado, todo el mundo sabe que dos cosas o más a la vez, bien hechas, están al alcance de todo el mundo, excepto de las mujeres. Bien, vale, lo retiro. El caso es que quiero hablar de esta cocina mientras pico los ajos y las cebollas, pimiento rojo y tomate, el choricito con algo de picante. Tengo de encimera baldosas de barro grandes, antideslizantes, color tierra oscura, igual que el solado de toda la habitación. Hierro, madera y cerámica. Chimenea de piedra abierta, por donde a veces se cuela algún pájaro cuando olvido c...

En blanco y negro

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El bar destartalado donde ahora escribo, acompañado de un café humeante, era una vieja escuela. En las paredes repintadas de yeso muerto y adobe, rostros difusos miran de frente. Son las caras enmarcadas de los niños que habitaron aquí hace 75 años, prestas a la curiosidad de verse retratados en una cámara fotográfica. Imágenes en blanco y negro de tiempos pasados, entonces tan actuales e inmediatos, que puedo imaginar la febril actividad y regocijo en cuanto supieron la noticia de que iban a ser inmortalizados. La comidilla del lugar durante un mes, por lo menos. Ahí está mi padre, con ocho añitos. Las despellejadas canillas al aire, con su pantalón corto raído y sus alpargatas de esparto, mirando travieso con ínfulas de caballero. Y el profesor en el centro de la chiquillería, con bigote, bastón y bombín calado hasta las gruesas patillas, posando con la indiscutible autoridad que su cargo le procuraba en ese contexto de espacio y tiempo. Hay cierta melancolía en las fotos antiguas. N...

Pensamientos de una noche de febrero

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¡Es difícil vivir a ras de tierra cuando miras al cielo! O quizá no. Hay quien se abandona para confiar de pleno en la línea del horizonte, buscando siempre más allá. El camino no siempre es fácil, y las rugosidades producen callos en el alma, pero tienes otra perspectiva de vida. Siempre está el que dice que eso de ahí no son novelas ejemplares, sino cuentos intrascendentes. Que es más importante planificar, controlar, organizar y plegarse a la circunstancia hasta que los vientos sean más favorables. Hay que ser prácticos. No queda tiempo para ser contemplativos, ni soñar con otros mundos, y la aventura de vivir se reduce a la experiencia emocionante -basada en la contraprestación económica- de las revistas de ocio. A veces te preguntas si el alma no es una coartada perfecta, aquella que cataliza los problemas para silenciarlos y envolverlos en mansedumbre. Una especie de Lexatín natural que nos prescribimos nosotros mismos para aguantar la presión de la vida diaria. Un placebo para c...