Las doce en punto
Empiezo el año con sed. He dejado el remolque aparcado en la plaza de diciembre, y he dado cuerda a mi reloj de cuco hasta las doce en punto. Lo abandonaré a su merced cuando cumpla sus quehaceres, porque grita de placer al romper mis silencios. Sólo sirve a sí mismo.
En su lugar pondré un póster de alguna playa, de manera que en vez de recordarme las horas y esclavizar los minutos que faltan hasta la próxima alerta, me haga olvidar el tiempo. Sí, una cálida playa al borde del azul; tranquila, ajena a su belleza y con ese puntito imprescindible de sal.
Me gusta tu idea, Miguel. Si fuera mi poster le añadiría unas gotitas de atardecer por aquello de sobrevivir al ardiente sol...
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