Cena para dos
Guarda el miedo en un cajón: nunca es tarde para seguir
dando tumbos.
Uno intenta perder el miedo, sí. El miedo y el frío y el sueño cuando al
llegar solo a casa te das cuenta que estás acostumbrado a pedir cena para dos.
De repente, impar; cruz de la moneda que un día creí ser. Bah! Y tampoco sería demasiado importante si
el tiempo nos dejase en paz, olvidase por un momento su propensión a correr más
de la cuenta y a permanecer impertérrito sentado mientras nos estruja a placer.
Desde la orilla del mar te lo digo: guarda el miedo. Mira que a veces un rato de
angustia y pavor – ese hormigueo en los dedos con sabor a derrota- es lo que nos hace sentirnos vivos. Para algunos el castigo es la consecuencia;
para otros solo movimiento. Pero un día sentimos su peso en la espalda y en el
grueso de los pantalones, y es entonces cuando lo obscuro nos flagela en plan
Knockin´ on Heaven´s door, versión Guns
N´Roses, ( con permiso de Bob Dylan) o cualquier otra canción que te
ponga al límite. Ahora que lo pienso, reconoce que es curioso, y tiene cierta
guasa por otro lado, que seas tú la que me pidas consejo después de que me
dijeras adiós. Un adiós que me supo a hasta nunca, piérdete. Fui yo el que
quedó hecho pedazos y mírame: apenas
queda huella mecaguenlalecheputa.
No siempre el dejado es el que peor lo pasa.
ResponderEliminar¿lo has retocado?
ResponderEliminar¿retocado? no me atrevería así, de pronto... aunque podría mejorar.
ResponderEliminarNo, es que lo leí desde el trabajo y releí una vez en casa y me pareció que habías añadido o cambiado ciertas palabras. Pero me pasa a menudo con tus lecturas, como en las pelis, cuando las ves por segunda vez siempre encuentras algo que, en un principio, te pasó de largo.
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