Una lección de caballerosidad.

Principios de mes. Cola en la caja del supermercado. Los carros de la compra hasta los topes, como si mañana alguien declarase la guerra y todos esperásemos restricciones de alimentos. Al final, en cuarto lugar, una anciana con una bolsa de tomates en la mano. Me digo que es buen momento para enseñarle a mi hijo una lección de caballerosidad. Mando al crío decir a la señora que pase delante nuestro. Veo su sonrisa cansada cuando atiende al niño; le dice algo entre dientes mientras me mira, pero no acaba de moverse hacia nosotros.

Vuelve el crío y le pregunto qué ocurre.
- Que muchas gracias, pero no quiere pasar.
-¿Por qué?
- No lo sé.
- A ver, espera aquí.

Me acerco intrigado hasta la señora y saludo:

- Hola, ¿no quiere usted pasar? Veo que lleva usted muy poca cosa.
- Es usted muy amable, y le confieso que me gustaría mucho, pero eso es algo que no depende solo de usted.
- ¿Eh?, ¿A qué se refiere?
- Verá, aunque usted me deje pasar, estaría colándome al resto de personas que esperan igual que yo.

Por un momento, me quedo patidifuso. Ella se da cuenta de que la estoy mirando como si no fuese de este mundo. Debe ser que ya no estoy acostumbrado a tanta urbanidad y civismo. Intento recomponerme.

- Bueno, no se preocupe, estoy seguro que no les importará. Preguntemos.

Ella vuelve a sonreir.

Todos están de acuerdo en dejarla pasar, así que ella, mientras avanza por la fila hasta la caja, va saludando y dando las gracias a cada uno. Paga su compra y dirige una mirada cómplice a mi hijo, como si hubiera entre ellos alguna clase de secreto, antes de perderse por el pasillo de salida.

Mientras meto en bolsas la compra, medio mosqueado, le pregunto al crío si la señora, cuando fue a preguntarla, le dijo algo más.

- Sí, me dijo sonriendo: vamos a darle una lección a tu papá.

Comentarios

  1. Hola, Miguel:

    Me ha gustado mucho este relato que has narrado, me parece un gesto muy amable el dejar pasar a la señora, lo que pasa que en este caso todos la dejaron pasar, no siempre suele ser así en la vida real, la gente no suele ser tan amable, depende como se tenga el día, y sobre todo, de las prisas que cada cual tenga.

    Por mi parte, si veo a alguien, me da igual, sea señor, niño, señora mayor o jovencita, que en el supermercado lleva poca cosa, siempre suelo dejarle pasar.

    Saludos.

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  2. Pues sí que es toda una lección, el niño aprendió más que en un día de cole, seguro.
    La señora muy considerada, de las que no hay, el niño muy obediente, de los que tampoco hay (si le digo yo a mi hijo que vaya a hablar con la señora se hace el sordo), y el padre todo un caballero, de los que quedan muy pocos.
    Hoy andamos todos con demasiada prisa y con ninguna amabilidad. Yo, por si acaso, también procuro dejar pasar al comprador que lleva uno solo o muy pocos productos.
    Hay que ejercitar la generosidad.
    Un abrazo.

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  3. No, si algún mérito tiene la anécdota, es precisamente que la señora pidiese permiso a toda la fila, algo que yo no he visto en la vida. La lección la dió esa mujer, con toda naturalidad.

    Un saludo!

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  4. Ah, Miguel. Yo soy de las chapadas a la antigua, a mí me enseñaron a levantarme en el autobús cuando una embarazada, una persona mayor o discapacitada, una mujer con un niño, tiene que ir de pie. Y sabes? Cuando cedo mi sitio la gente me mira como si fuese un bicho raro... no se, no creo que sea tan difícil tener esos pequeños gestos.

    Creo en el poder de una sonrisa y un buenos días al vecino que te encuentras todos los días paseando al perro cuando tú sales a trabajar, creo en que no hay nada mejor que decir un por favor, o un lo siento cuando es necesario.

    No se... tal vez si todos aportásemos esas pequeñas cosas esto iría un poco mejor.
    Por eso me ha encantado leerte y sonreir con la lección que así a bote pronto os dio esa buena señora.

    Un beso muy grande para ese encanto de niño y por supuesto para su papi :)

    Buenas noches!

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  5. A todo hay quien gane, jeje. Lo correcto hubiera sido proponer un cambio de turno, bueno, lo correcto no sé, pero sí es lo que hubiese sugerido yo.

    Saludos

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  6. Elena, efectivamente. No creo que cueste tanto ser agradable con los desconocidos. Parece que llevamos una máscara permanente al salir de casa. Un saludo.

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  7. Narci, ¿un cambio de turno? Perdóname, pero no te sigo. ¿A qué te refieres? Un saludo.

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