Rock´n Rio


-¡Apaga la puta grabadora!

¿Qué te habías creído? Tú me ves en los conciertos, las entrevistas, las giras, las promociones y las fiestas con la misma pose calculada. Rebelde; irreverente, escandaloso, inconformista: el artista de las mil caras. Me pongo la máscara que sea más efectiva de puertas afuera, como si viviese en un carnaval permanente. Es lo que vende, ya sabes.

Si hay algo desde los medios que habéis repetido hasta la saciedad de esta profesión de mierda, es la falsa impresión de que estamos por encima del bien y del mal. Que somos ejemplos de algo. Como si tocar la guitarra eléctrica, aporrear con fuerza la batería o desgañitarse con la voz rota después de cien conciertos en una temporada fuese un modelo de vida a seguir. Y míralos en primera fila: nos adoran. Ellos nos envidian y nos imitan, y ellas quieren meterse debajo de nuestras sábanas. Algunas lo consiguieron. Muchas. Y a la mañana siguiente no sabías con quien te ibas a despertar, ni tampoco si tenía nombre. ¡Bah! y a quién coño le importa. Si no tenían la suficiente dignidad como para valorarse a sí mismas, no podía extrañarles que, una vez satisfecho, las echase fuera a patadas. Acabé harto de las titis que querían un recuerdo en forma de mamoncillo para luego intentar chantajearme.

No, no me he vuelto maricón. Es cierto que les tengo gran simpatía y así lo he reconocido en público; la prensa lo ha magnificado, como todo lo que huele a titular, pero pocas personas son más coherentes que una loca con pelo en pecho. Ahora que estamos de charla, puedo contarte algo de mi pasado que te gustará, coño, porque me caes bien. Que quede entre nosotros. Si te digo la verdad, conozco a la perfección lo que han tenido que pasar muchos de ellos. Recuerdo que cuando era un adolescente, casi un niño, tuve una experiencia que me marcó en este tema. Estarás pensando que voy a contarte mi secreto mejor guardado, alguna violación inconfesable, o un trauma horrible que explique de un plumazo el porqué de mi trayectoria. Ya quisieras. En realidad, ocurrió en mi primer Instituto: lo único que hice en las duchas después de gimnasia fue enseñarle el pito a un amigo, como el que juega a médicos, o a comparar quién la tiene más larga. Joder, yo creo que todavía no tenía ni pelos en el escroto. La cuestión es que el crío se chivó a medio colegio, y yo no tenía arrestos suficientes para haberle metido una agalla, negándolo todo. Lo siguiente fue el vacío de mis compañeros que yo ni siquiera entendía. Murmuraban señalándome, con cachondeo. Una vez, hasta un chicazo de otro curso superior me llamó de todo, alardeando de machote. ¡Qué gilipollas! Él por acosarme y yo por dejarme avasallar. Así que aprendí de primera mano lo que suponía la discriminación por parecer homosexual, y la injusticia e impotencia al intentar explicar que no lo era. Todo eso se arregló cuando me vieron morreándome en el parque con la tía buena del colegio de enfrente. Entonces pasé de villano a héroe en un periquete. Sin duda, fue ahí cuando me di cuenta de que una imagen vale más que mil palabras; y por supuesto, de la estúpida hipocresía del rebaño. Me dirás que la jodida anécdota no tiene gracia, ¿eh?

Sí, no te niego que disfruté del éxito. Todo estaba a mi alcance con solo desearlo. Al principio fue una borrachera que me duró varios años. Luego, no había noche en que no me metiese un par de rayas. La farlopa corría por el camerino justo antes de cada concierto. Se convirtió para el grupo en una seña de identidad, que nuestro agente procuraba ocultar sin demasiado éxito. O quizá no, ya no lo sé. A la larga, a mí me supuso la primera depresión seria, y el hastío de toda aquella vida sin control. El resto ya lo sabes: ingresé en esta carísima clínica de desintoxicación. Con lo que no contaba es que aquí me he encontrado de bruces con la puta soledad y su amigo íntimo, el puto silencio. Antes lo aprovechaba para componer y hacer arreglos a las canciones, pero últimamente estaba hasta las cejas de coca y no daba pie con bola. Lo que te digo, que ahora tengo todo el tiempo del mundo para pensar lo que fui, lo imbécil que soy y en lo que queda de mi asquerosa vida. No me mires así, porque todavía no he llegado a ninguna conclusión, aunque puedo adelantarte que lo que veo de mí mismo no me gusta una mierda.

¿Por qué crees que mi agente te ha permitido venir aquí y hacerme esta entrevista? No seas ingenuo; incluso ahora que estoy en esta situación, ese cabrón quiere aprovecharse para sacar beneficio en forma de publicidad. Tiene su morbo. El cantante del grupo de moda, jodido en un centro de rehabilitación. No se sabe cuándo se recuperará de su grave adicción a la cocaína. Ha entrado en vía muerta.

No te preocupes, ya puedes encender la grabadora; te daré la crónica que todo el mundo está esperando ahí afuera: el grupo está preparado para tocar en el concierto de Rock´n Rio y su cantante, el artista de las mil caras, se muere de ganas por subir al escenario.

Comentarios

  1. Las cosas cambian mucho cuando hay una grabadora delante, lo malo es que a veces olvidamos que la autenticidad está detrás de la grabadora, y damos por buena la otra cara.
    Tu relato me recordó a "Soul Man" de José María Mijangos. Si tienes ocasión te aconsejo que la leas, creo que te gustará (y te reirás tela).

    ResponderEliminar
  2. Gracias por la reseña y recomendación, Maribel. La he buscado por la Red, y la verdad es que tiene buena pinta. ¡Un saludo!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Sordo y ciego

Movimiento.

Secretos