Enero sigue su curso sin apenas mirar atrás. Aprieto el paso. El frío y la lluvia arrecian, a zarpazos, y engancho el paraguas de los días grises en las farolas, a ver si así me llega algo de luz. La soledad en el bullicio de la ciudad ¡es tan real! como la calle adoquinada que sube, que baja, que quiebra la esquina y parte la acera al son del chapoteo de mis zapatos. Hoy no. Eso que me hace volar a ras de suelo tiene otro nombre que no rima con soledad. A veces yo la sueño tranquila, en el reflejo de un escaparate, en las sombras donde hace un instante he mirado, en el paso limpio, en el beso suave; otras veces húmeda y provocativa, pegada a los huesos, apretada a la carne y con las gotas de agua respirando en la piel; y no me explico cómo somos dos, siendo uno; y sueño despierto que somos uno, siendo dos. Tengo prisa por llegar a ningún sitio. Movimiento. La razón me habla de líneas rectas entre tú y yo, y el espíritu se empeña en dar vueltas con nosotros: mi destino parece si
Me llega especialmente su asunto. Me asalta la curiosidad, ¿cómo se te ocurrió escribir esta pieza?
ResponderEliminarNo tienes porqué contestar si te incomoda. En cualquier caso, merece felicitaciones.
Un abrazo
Hola:
ResponderEliminarGracias por tu visita a mi blog y por dejar tu huella, de esta forma he podido conocer tu blog, que por cierto, veo que es nuevo, de poco tiempo, y me gusta mucho lo que he visto.
Yo no sé qué es lo que pueden soñar los ciegos, pero seguro que mucha más luz en su interior que nosotros, los que podemos ver, porque a veces, estamos ciegos ante tanta crueldad e injusticia en la vida.
Saludos.
Cerrando los ojos, Ofelia. Esta pieza la escribí hace ya algún tiempo y la publiqué en otro blog mío.
ResponderEliminarMaría, gracias por pasarte.
Un saludo y gracias por los comentarios.